martes, 30 de noviembre de 2010

Carta de amor a mi ruiseñor.

La suave caricia
De la flor en mis manos
Es testigo doliente
De lo mucho que te amo

Y de la angustia que embarga
Esta alma mía
Que solloza en las noches
Porque no estas, mi vida

Cuando siento que el viento
Me anuncia tus besos
Me lleno de gozo
Y pierdo el aliento

Por que tú suave contacto
Alegra mi ser
Me abriga en las noches
Y me da placer

tu memoria misma
Llena mi existencia
Pero solo me conformo
Con tu presencia

Por que le das sentido
A mi loca vida
Que no tenia rumba
Ni tampoco salida

Llegaste y formaste
Una tormenta  en mi fuero
Confusa y alegre
Un placer sin miedos

Llegaría a la luna
De la dicha que me embarga
Porque no hay nada en el mundo
Como tu que lo valga

Solo anhelo en mi memoria
Que este amor no se esfume
Y que viva más que el mundo
Hasta que la tierra no gire.

Hasta que el reloj no cuente los segundos


Los años podrán pasar, y el extrañarte se convertirá
En una danza eterna, a la cual nunca me podre acostumbrar

Pasaran los meses, y yo sentada, en mi cuarto con tus fotos
Añorando los recuerdos, de los momentos en que éramos uno
Y cada uno era del otro, solo por el hecho de existir
Respirando el mismo aire, embriagados de placer.

Pasaran las semanas y las lágrimas rodaran por mi mejilla
No seré de nadie, por que el mundo se perdió en la ventana
Atreves del cristal por el que te vi marchar.

Pasaran los días, y me llenara de risas nerviosas
Llegando a pensar que estoy loca por extrañarte tanto
Y teniendo sueños consecutivos de nuestro reencuentro.

Pasaran las horas, y seguiré pensado que el destino
No es considerado con mi corazón, tú estabas tan cerca
Y ahora estas muy lejos, tan lejos que no te puedo tocar.
Ni en mis sueños te puedo tocar.

Pasaran los minutos, y mirare al cielo, viendo tu rostro
En las nubes al pasar, y me sentiré sola, sola porque
No te puedo alcanzar.

Pasaran los segundos, y mi cara mostrara una sonrisa
Porque me acorde de ti, y de alguna cosa que me habías dicho
Como todas las que dices, y que me logran hacer reír

Y así llegaremos al final del tiempo, cuando no corra el reloj
Ahí en ese preciso momento, superare que ya no estas
Y que no me vas a hacer falta nunca mas, y llenare mi cara de
Alegría por que tengo algo que llevarme a la otra vida
Tu rostro y tus recuerdos, tus labios y lo mucho que te quiero.

La joven en la esquina

No debía de tener mas de 15 años, estaba recostada contra un poste en la esquina cuando la vi por primera vez, llevaba una falda bastante corta, tacones altos, y una camisa con un escote insinuante, capaz de despertar los malos pensamientos del hombre mas honrado, llevaba el pelo color arena, suelto, largo hasta la cintura, con pequeñas ondas que hacían juego con su cintura, estaba de espalda, pero yo tenia la suficiente experiencia en mujeres para saber que debía de ser una joven bella. Parqueé  el carro a escasos metros de aquella  esquina y apague las luces, no sabia que era, pero algo en ella no dejaba de llamar mi atención, no estaba seguro si eran sus piernas, bronceadas y gloriosas, o como el escote en su espalda me llenaba de traviesas fantasías. 

No sabía que era, pero algo en ella me despertaba algo más allá de la lujuria. Pese a saber que debía de ser una prostituta, no me atreví a acercarme, sentía mas placer admirándola de lejos, imaginado cosas. Después de lo que pudieron ser diez minutos, la hermosa joven levanto la mano derecha para ver la hora en un su reloj de pulsera, parecía inquieta, porque decidió sacar un cigarro mientras que miraba a ambos lados de la calle, no miro a donde yo estaba, así que no pude ver su rostro. Fumo uno, dos, tres, y hasta 4 cigarrillos, cuando iba a empezar el quinto, se le resbalo el encendedor de las manos, cayendo con un ruido sordo. 

En esos momentos fue como si hubieran abierto el portal a la gloria, al agacharse para recogerlo, pude distinguir con mis ya entrenados ojos, su sensual lencería de encaje, roja. Los nervios se me fueron a flor de piel, y pese a saber que estaba en un lugar publico, decidí darme un gusto con la imagen. Así que desabrochándome el pantalón  con los dedos temblorosos por el afán, pude llegar a pensar en mil y una fantasías con la joven, desde las más inocentes, hasta las más perversas, pero tuvo que culminar antes de tiempo, puesto que una enorme camioneta se detuvo a dos pasos de la esquina, de ella bajo un tipo, no mucho mas joven que yo, y parecía ser el hombre que la muchacha estaba esperando, porque se acomodo el pelo y se le acerco, el hombre la abrazo, pero no podría considerarse un abrazo cariñoso, mas bien se le notaba en cada movimiento de las manos, el afán por poseerla. 

Podría decir que sentí algo adentro, supongo que envidia,  luego de unos instantes en los cuales el hombre no dejo de manosearla, saco una bolsita con algo blanco del bolsillo y se los mostro a la joven. Pero no se los entrego, luego la agarro por la cintura y la invito a pasar al carro,  le abrió la puerta y antes de entrar, la joven miro a ambos lados de la calle, y esta vez si miro en mi dirección.  Ella no se percato de mí presencia, pero  yo por fin había podido contemplarle el rostro, y no estaba equivocado, la joven era sin duda una de las más bellas que he visto en toda mi vida. De ojos claros, y labios prominentes, con una elaborada capa de maquillaje que la hacia parecer mayor. 

Solo vi su rostro dos segundos, pero fueron suficiente tiempo para dejarme completamente paralizado, un sudor frio empezó a resbalar por mi cara, mientras un escalofrió recorría mi espada, el estomago me dio una fuerte sacudida y por instante creí no poder contener las ganas de vomitar, era absurdo, esa joven tan bella, con los ojos y la sonrisa de su madre, una joven que yo había dado por sentado de ser de casa, mis ojos asombrados, y  mi mente sin poder asimilar la situación , no me dejaron hacer lo que debí haber echo, en vez de salir del carro y detenerla, me quede como un estúpido, viendo como un infeliz se llevaba a mi hija. Y al final no supe quien era mas miserable el o yo.