domingo, 5 de diciembre de 2010

PRECIOSA

Prologo: esta historia fue escrita en base a una experiencia personal, es un poco larga pero vale la pena de ser leída.


Una ciudad muy grande y yo un ser tan pequeño

Llego la noche a mis ojos mostrando como otro día terminaba en oscuridad, predecible el encuentro del sol con las montañas que aun en una ciudad tan fría se presenta como atardecer, bello dicen ellos, rutinario pienso yo. La acera mojada por la lluvia se ofrecía  a mis patas como un camino que no estaba obligada a seguir, pero la necesidad de mantenerme en movimiento y el temor a permanecer quieta me impulsaron a seguir caminando por calles repetidas, tan iguales que me pregunte si realmente estaba avanzando o  el mundo giraba por debajo de mí.

Las personas pasaban sin mirarme y si me miraban se alejaban, ¿quién tiene más miedo, ellos o yo? Estoy coja y sin fuerzas para morder, lo único peligroso en mi es mi tristeza, que si fuera descubierta marchitaría hasta la flor más bella. Desvié la vista al piso, aburrida de mirar hacia arriba y ser ignorada. Casi tropiezo con un grupo de jóvenes por culpa de mis pensamientos,  que son como grietas que buscan verme caer.
Se estaban riendo y caminaban sin afán, en vez de seguir mi camino decidí hacerles compañía un rato, o tal vez yo era la que necesitaba acompañar mi soledad. No parecía que  fueran a hacerme daño y como el resto de los humanos, no mostraban señales de notar mi presencia, aun así no tenía nada que perder. Hasta cierto punto ese pensamiento era un alivio, cuando no tienes nada que perder lo tienes todo por dar, sin ataduras ni miedo a seguir cualquier camino.

Los seguí en silencio a corta distancia, no hablaban de nada en particular, pero después de un rato, una de las niñas miro en mi dirección, pero no con miedo sino en señal de reconocimiento. No sabía si debía cambiar de camino o seguir a su lado, oí como les decía a sus amigos que yo llevaba rato siguiéndolos. ¡Entonces si me había visto! Los otros miraron en mi dirección con los mismos ojos que la niña, ojos de reconocimiento.  
A partir de ese punto del trayecto mi presencia pasó de ser de sombra a verdadera compañía. De vez en cuando seguían hablando de sus cosas y otras veces me prestaban atención a mí, parecía divertirles el hecho de que yo los siguiera, incluso parecía que les gustaba tenerme cerca. Empezaron a pensar en algún nombre para mí. Rosita dijo uno de los niños, Preciosa dijo la otra niña. Yo? Preciosa? No habré oído mal? que lindo saber que no soy un apestoso animal de la calle. Les sonreí amistosamente aunque ellos no entendieran mi expresión.  Después de otro rato de caminata, el curioso grupo decidió cruzar la calle. Con mi pata coja no pude bajar el andén y ellos siguieron caminando.

En la esquina en la que me quede atascada había otro grupo de jóvenes, pero todas señoritas. Trate de ver si lograba con ellas el mismo efecto que tuvo con el otro grupo de jóvenes pero volví a leer en sus rostros la familiar expresión de rechazo  que encontraba  en todas partes. En ese momento decidí que tenía que cruzar esa calle y seguir al curioso grupo que me llamo preciosa. Busque algún punto donde poder bajar a la calle, cruce a toda prisa y llegue al otro lado. El grupito no estaba muy lejos, solo tendría que apretar un poco el paso para alcanzarlos.

El grupo giro a ver en mi dirección mientras avanzaba a su encuentro, se quedaron quietos, como si quisieran esperarme. Eso hizo que corriera con más ganas, a pesar de que estaba comenzando a serenar y la acera mojada y fría maltrataba mis patas. Luego de darles alcance oí como discutían si sería bueno darme de comer o no. Parece que mi lealtad, como ellos llamaron a mi compañía constante,  los motivo porque cuando llegamos a la primera tienda una de las niñas fue a mirar que  podían darme de comer. Espere quieta y juiciosa mi recompensa, la niña salió con un pedazo de pan fresco y sin rastro de hongos. El primero bocado me lo dio con cuidado, soltándolo cerca de mí en el piso.
Es difícil explicar el éxtasis que sentí en ese momento, pero saborear ese pedazo de pan solo se vio estropeado por mi propio afán de tragarlo y sentir como mi estómago dejaba atrás ese  vacío, producto de alimentarme solo de aire y agua de charco. Lanzo otro pedazo y uno más, cada vez más grande y sin menos miedo a que yo pudiera confundir su brazo con comida. El ultimo pedazo lo lanzo al aire y en medio de mi felicidad decidí atraparlo antes de que callera al piso.  Eso los divirtió un poco y los motivo a comprar más pan.

Me lo iban dando y yo cada vez me tomaba más tiempo para saborearlo. Fue el primer banquete que me daba  desde hace muchísimo tiempo, es difícil encontrar algo de buen sabor en un basurero, me acostumbre a comer sin oler ni saber  lo que comía. Me limitaba a sentir como me aliviaba el estómago y acallaba los gruñidos de este. En una de esas tantas lanzadas de pan al aire para ver como lo atrapaba, tropecé con un señor que caminaba fuera de la tienda, me miro con gesto tosco y me abucheo, definitivamente a él no le parecía divertido ver como un animal de calle atrapaba comida en el aire. Una de las niñas se enojó con la actitud del señor y grito algo en mi defensa. Fue un gesto lindo pero cuando el señor se iba a regresar a refutar el resto del grupito lo calmo.

Comí mas pan del que hubiera esperado, pero después de la entretenida sesión, el grupito se quedó sin pan para dar. Aun así cuando retomaron su camino los seguí acompañando. Después de ese festín tenia energía para acompañarlos hasta donde fuera. Siguieron caminando hasta llegar a otra tienda, pero esta vez me toco esperar afuera con una de las niñas que tampoco entro. Fue divertido ver como una niña llegaba con su perro y ellos me decían que me portara bien, me sentí parte de su grupo, así que me porte como nunca antes, como una mascota. Incluso me porte mejor que el otro perrito, que no paraba de curiosear mi relación con los niños.

Salieron de la tienda y siguieron su camino, por supuesto, conmigo al lado. Es extraño sentirme parte de algo, agradable pero extraño. No debe faltar mucho para lleguen a su destino, pero no estoy triste, ha sido una grata compañía. Los humanos son criaturas curiosas, creí saberlo todo de ellos y aun me siguen sorprendiendo.

Llegamos a un puente que daba a un caño, los niños empezaron a discutir lo peligroso que sería pasar por ahí y decidieron caminar por la mitad, por un camino entre las dos calles. Probablemente a mi no me pase nada si los sigo desde el andén, pero luego pensé que tal vez si me quedara de este lado los perdería de vista. Cruce con afán, acelerada con la idea de quedarme sola, un carro rozo mi cola pero llegue a donde ellos estaban. Parecían preocupados por mi seguridad, otra vez me sentí acompañada por las personas correctas.
Caminamos en fila india por el pequeño camino. Los carros cruzaban a nuestros lados a gran velocidad, los pitos empezaron a ponerme nerviosa. Carros por delante y por detrás, empecé a sentirme insegura a pesar de la tranquilidad con la que los jóvenes caminaban. Las luces empezaron a aturdirme y no pude mas, no quería caminar por ahí, prefería la desolada acera. Y con un impulso similar al que me llevo a cruzar la calle para encontrarlos, volví a cruzar para llegar al lado seguro del andén. El sonido de un pito y una llanta pasando encima de mi estomago me hicieron entender que esta vez tu tuve tanta suerte y el grito desgarrador de las niñas que hasta el momento me habían acompañado fueron una confirmación de los hechos.
La sangre corría por mi cuerpo de forma dolorosa, estaba tirada en mitad de la calle y no me podía mover. El carro no se detuvo, después de todo no soy nadie. Me quede quieta esperando el golpe de otro carro, esta vez mas preciso para acabar con el dolor. Sentí como se acercaba el carro, cerré los ojos. Pero el carro se detuvo, la curiosidad pudo más que el sufrimiento y pude ver maravillada como ese grupo de jóvenes a los que por tanto tiempo había seguido se habían puesto a la mitad de la calle y con lagrimas en los ojos trataban de desviar los carros para protegerme. Por un momento no sentí más dolor, la alegría lo eclipso todo.
Entre los dos muchachos me cargaron con delicadeza hacia la acera, no atenuó el dolor de mis heridas, pero fue un buen gesto. Una vez pasado el peligro de los carros, los niños se arrodillaron a mi lado, tristes y desesperados por no saber cómo ayudarme. Mientras meditaban sus opciones yo solo podía verlos asombrada. Me querían, alguien me quería. Trataron de ver si me podía levantar, me miraban con cariño y dando ánimos. Claro que intente levantarme y fue cuando pude notar que no sentía mis patas traseras, pero no deje de intentarlo. Ellos se dieron cuenta de lo evidente, yo ya no me podía mover, ya no los podía seguir.
Cerré los ojos mientras ellos seguían discutiendo, luego una de las niñas se acerco y me dijo, resiste volveremos por ti. Luego siguieron su camino. No estoy segura que paso con ellos después, pero el frio empezó a congelarme los huesos y el tiempo a marchitar mi esperanza. Había pasado una hora y no había rastro de ellos. No los culpo, después de todo no soy nadie. Agradezco todo lo que pudieron hacer por mí. Fue una buena compañía.

La lluvia empezó a caer y empecé a lamentarme en silencio por haber sido tan cobarde, por no seguirlos como había hecho hasta entonces. No todo lo bueno dura, pero por lo menos no me voy de este mundo sin un recuerdo grato. Eche un ultimo vistazo al cielo, negro y eterno. Ahora entiendo un poco su belleza. Ahora entiendo que aunque no soy nada, soy parte de algo grande. Agache la cabeza y trate de acurrucarme, cerré los ojos y oí unos pasos acercándose. No mentían, volvieron. Regresaron a buscarme, después de todo si soy algo, si soy alguien. 

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